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Madre de Ana y Camila, es una mujer rígida, religiosa y apegada a las convenciones sociales, lo cual la hizo la esposa perfecta de su marido, el intachable ministro ultraconservador Ramón Ocampo -quien fallece al comienzo de la historia- y a quien piensa guardarle luto un año completo.
“Doña Lola”, como la llaman respetuosamente sus conocidos, fue estricta en todo con sus hijas y, todavía hoy, no puede evitar inmiscuirse en la vida de ambas, pero se siente particularmente orgullosa de Camila y su exitosa familia, de lo que se jacta a menudo como si fuera un logro personal.
Aprueba con reservas a su nieta Emma, pero critica que Pedro y Florencia no tengan planes “serios”, convencida de que es culpa de la excesiva laxitud de Ana. Con Horacio, quien escucha y sigue sus consejos, se entiende mejor que con su propia hija.