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Padre de Alejandra, viudo y quebrado. Tras una serie de malas inversiones producto del Alzhéimer, Benjamín llevó el hato lechero a la quiebra.
Es un hombre de mucha clase, pero a la vez un experto finquero, que entregó su vida al negocio que por generaciones ha pertenecido a su familia. Se siente frustrado e inútil lo que hace que su enfermedad avance más rápidamente, convirtiéndolo en un tipo huraño y asocial que intenta sobrevivir con dignidad a su condición.
Lo síntomas más característicos de su enfermedad son el olvido de palabras y objetos, la sustitución de nombres, la pérdida de temporalidad y la realización de las rutinas habituales de manera poco habitual. Con su hija Alejandra, el amor de su vida, es dulce y amoroso.