Rigo recibió una llamada que le cambiaría la vida por completo
Rigo está desperado por conseguir mejores ingresos, pero la llamada que recibe es el inicio de varias adversidades.
La historia de Rigo tiene muchos momentos hermosos, pero de entrada no todo fue color de rosa. Incluso, se ve que para llegar a convertirse en el “hijo de Urrao”, debió pasar por momentos muy duros en su vida.
En el primer capítulo se puede ver cómo debió ponerle mucho corazón, alegría y hasta esta jocosidad colombiana a muchos problemas, y entender que, en la vida, la salud es lo importante, eso lo heredó de su papá.
Pero al mismo tiempo se puede ver, necesitan dinero y que esto no se puede tapar con un dedo, por eso, Rigo (Juan Pablo Urrego) se ve haciendo muchas cosas por ayudar a su mamá y pese a que está en Medellín no le va de la mejor manera, solo que se los esconde a su mamá.
La llama que le cambió la vida a Rigo
Sin embargo, esa noche donde no tenían ni luz ni agua, y con el lamento de su mamá por no poder hacer nada por ellos, Rigo recibe una llamada importante. De entrada, no entiende el idioma, pero el hombre le resalta que es manager de ciclistas, Guisepppe Alesaandro y que lo llama desde Italia.
Él no lo podía creer, porque al mismo tiempo no entendía mucho, pero supo que le hablan de bicicleta, de dinero y de irse al extranjero. Sí, Rigo recibió la llamada del hombre que le iba a cambiar la vida.
Se hizo fiesta en el barrio, se lo dijo a todo el mundo y hasta los medios salieron con la noticia. No podía creerlo, Rigo se iba a Europa, y lo único que debía hacer era llegar a Bogotá a la embajada para pedir una visa.
El "no" que le cambió de verdad la vida a Rigo
Hizo todo lo que debía, del pueblo se fue como un rey y más de uno no dudó en hacerle saber que lo admiraban y que sin duda era el hijo de Urrao. Pero al llegar a Bogotá le pasó lo que a muchos en ese intento por salir del país.
En la entrevista, se le ocurrió mostrar “de más” y por eso recibió un no como respuesta, le negaron la visa y con eso sus sueños y los sueños y esperanzas de su familia y hasta de quienes le creyeron en su pueblo.
No lo podía creer, estaba en Bogotá sin un peso y sin las posibilidades de poder hacer nada porque no tenía cómo. A esto se le sumó que mientras él estaba intentando resolver, su mamá debatía entre a vida y la muerte en Urrao.
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