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Es un rebuscador profesional, graduado de la “Universidad de la vida”, que aprendió desde niño que el éxito se consigue trabajando como un burro.
Su lema es que el trabajo no es deshonra y uno en la vida tiene que medírsele a lo que sea.
A Amilcar nada le queda grande. Y eso fue lo que trató de inculcarle a sus hijos Washington y Dakota, hasta el día en que su amada Olga descubrió que tenía otra familia paralela y lo mandó para el carajo.