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Por este compromiso desmedido, su vida ha quedado relegada. Jorge, su esposo, resiente sus constantes ausencias y la maternidad, que en algún momento encabezaba la lista de sus pendientes, se ha ido desplazando entre las diferentes caras que Diana tiene que perseguir a diario.
A esta vida convulsionada que no da respiro, se suma la llegada de Raúl Ceballos al comando, un amor del pasado, que aparece para demostrarle a Diana que su historia con él no está olvidada y que todas las renuncias que ella ha estado haciendo en el plano personal, más que una consecuencia de su oficio, obedecen a decisiones que ha tomado inconscientemente.