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Esa lucidez para abandonar un barco que se está hundiendo, cambiarse de bando o incluso, traicionar y vender a unos patrones en el momento preciso, es lo que le ha permitido ascender en su carrera criminal. Fiel a sus propios intereses, no es precisamente un hombre en quien confiar.
Uriel lo sabe, pero Alambres ha sabido ganarse su confianza a punta de eficacia, hasta convertirse en uno de sus principales lugartenientes. Es el rey de la farsa. Si tiene que encontrar un chivo expiatorio entre sus hombres a cargo o inventarse un falso culpable, con tal de mantener la confianza de sus jefes, lo hace sin pestañear.